Estaba un día podando las chumberasdel huerto cuando, de pronto, descubrí
¡UN CORAZÓN ESPINADO!
Lo recogí con mucho cuidado…
y lo dejé sobre una roca mientras terminaba la faena.
Al poco rato, sentí calor y me quité la camiseta. «¡Me tienes negra de tanto trabajar!», me dijo la muy fresca. Como somos viejos conocidos, no le hice mucho caso y la dejé tendida sobre la misma roca en la que había dejado al corazón.
Yo la tenía por una camiseta un tanto arisca, pero se ve que a la pobre lo que le faltaba era un poco de amor, porque cuando terminé de trabajar y fui a recogerlos…
descubrí que se encontraban acostados juntos y ¡acaramelados!
Forman una pareja un poco extraña pero… así es el amor.